Por si a alguno de vosotros le puede gustar conocerla la reproduzco aquí:
"Cantando la cigarra pasó el verano entero...".
Cuando llegó el invierno no tuvo qué comer.
La hormiga, en cambio, trabajó incesantemente. Al llegar los días invernales sus graneros estaban colmados.
La cigarra, a punto de fenecer de hambre, llamó a su puerta y le pidió comida. La fábula dice que la hormiga le negó el alimento, y que la cigarra murió de hambre como castigo a su pereza. Pero quienes escriben fábulas son siempre moralistas, y los moralistas suelen ser muy inmorales. Lo que en verdad sucedió es que la hormiga le abrió la puerta a la cigarra y compartió con ella su comida a cambio de que la cigarra compartiera con ella sus canciones. Vale decir que la cigarra enseñó a la hormiga a cantar, y la hormiga enseñó a la cigarra a trabajar.
¿Y el moralista? Se fue de aquí mohíno y enojado -a los moralistas no les gustan los finales felices-, y nunca nadie ha vuelto a saber de él.