En este caso, se trataba de la eclosión de individuos sexuados en un hormiguero formado en una grieta de una pequeña roca de la rocalla de mi jardín (Zaragoza) bajo las raíces de un Sempervivum tectorum. Me llamó mucho la atención el diminuto tamaño de las obreras, que no sobrepasarían los dos milímetros.