Myrmecopoética
[El compañero Xauxa nos ha hecho llegar este divertido relato de Miguel Martín, con dibujo de Mingote, aparecido hace unos años en el semanario Blanco y Negro]
Martín, Miguel
La depresión de la hormiga
Las hormigas no son lo que eran. Desde el punto de vista biológico, puede que conserven íntegras las peculiaridades de himenópteros; pero desde el punto de vista social que cualifica hoy a todos los colectivos se han venido abajo.
Sería absurdo achacar su alarmante desaparición a la eficacia de los insecticidas, cuando los poderosos fabricantes de esos productos mortíferos son los primeros interesados en mantener su pervivencia.
Porque de la hormiga vive mucha gente: empleados de insdustrias letales para tan indefensos seres, representantes de comercio, drogueros, agencias de publicidad, medios de comunicación que divulgan la contundencia de los funestos «sprays», fábricas auxiliares de envases y cartonajes, transportistas, investigadores...
Es decir, las hormigas cumplen una función social que para sí quisieran los ministros de trabajo y los sindicatos. Y sin meterse con nadie, a lo suyo, ocupadas abnegadamente en limpiar la naturaleza de pequeñas miserias orgánicas.
Tampoco hurtan considerables espacios a los dueños de los terrenos en que se asientan; apenas unos agujeritos que abren con los primeros rigores veraniegos y los rellenan cuidadosamente al proclamarse el otoño para desaparecer durante nueve largos meses.
Sin embargo, nos irrita su presencia; hasta son las malas en la película «Cuando ruge la marabunta», de la que se deduce que una hormiga cabreada puede arrancar a bocados las piernas de Charlton Heston. Un panfleto hollywoodiense que incitó al hombre a la lucha desigual contra la indefensa hormiga.
Los valores éticos y morales de las hormigas fueron hasta entonces el ejemplo más socorrido y ostensible que los maestros ponían a los escolares para que el día de mañana fueran útiles a la sociedad: trabajo callado, ayuda sin reservas al compañero que lo necesita, sacrificio por el bien común, previsión del futuro con el ahorro y la austeridad, seguir sin titubeos el camino que abren los mayores y más sabios; evitar las controversias inútiles en el tiempo laboral... -«Es una hormiguita» -se decía, en fin, de quien atesoraba tantos valores.
Naturalmente, se oponía el ejemplo contrario de un hemíptero detestable y de conducta insolidaria: la cigarra, que se pasa los veranos de movida, cantando como una loca, sin hacer acopio de provisiones para sobrevivir al crudo invierno; como si, la muy cretina, figurara en las listas del INEM.
De comparar el proceder de los laboriosos himenópteros con el de los holgazanes hemípteros nació la fábula de «La hormiga y la cigarra» que los niños aprendían de memoria. Moraleja: la insignificante hormiguita, gracias a su esfuerzo y a su mentalidad previsora, pasaba unos inviernos confortables, bien alimentada y guarecida; la emperifollada cigarra -a pesar de tener más facultades para buscarse la vida-, concluido el bonancible estío, sucumbía al hambre y a los rigores invernales. O sea, la recompensa al esfuerzo laborioso frente al castigo inmisericorde a la vanal gandulería.
Las hormigas eran felices, porque se sentían respetadas y admiradas por el hombre: lejos de temerlo, compartían con él parques y jardines, le anunciaban la llegada del buen tiempo y le hacían cosquillas al corretearle las pantorríllas cuando iba de merienda al campo.
¿Por qué, entonces, ese cambio radical de la sociedad, que ahora las persigue con verdadera saña? Porque ya no quiere su testimonio ejemplar y, lo que es peor, molestan sus valores éticos.
-Con la mano en el corazón, ¿cuánto tiempo hace que no ve usted un hormiguero? -sería la pregunta inicial de una encuesta para conocer la catadura moral del país al día de hoy.
-¿Desde cuando no se detiene a observar cómo un piquete de hormiguitas arrastra un voluminoso grano de maíz? -continuaría el «test».
Y por fin:
-¿Le ha contado a su hijo la fábula de la «La hormiga y la cigarra»?
-Este hombre es tonto perdido -pensaría el encuestador.
Pero si hacemos caso a la brigada de biólogos ecologistas que luchan de manera específica contra la fumigación de himenópteros, la hormigas contemporáneas sufren unas depresiones de caballo.
Su peor enemigo son los insecticidas, porque los evitan huyendo a parajes recónditos y a los patios de los conventos de clausura, donde las tratan como criaturas de Dios: ¡Es política! La política de los hombres que ha roto sus diminutos esquemas mentales y las ha impuesto un insufrible agravio comparativo.
-La inmensa mayoría de las hormigas son obreras intachables -aseguran los biólogos ecologistas-; por eso servían de ejemplo a las clases trabajadoras de los hombres.
Un gran estímulo y una enorme responsabilidad para ellas, porque no por minúsculas son menos sensibles que los humanos. El reconocimiento a sus virtudes y el rechazo unánime a la frivolidad de las cigarras cantarinas les hacía más llevadero el esfuerzo estival, hasta que la política trastocó sus principios.
De pronto, el hombre las volvió la espalda y se pasó al bando de los cachondos hemípteros; ven cómo los ayuntamientos se dispuntan a las cigarras a millonazo limpio para que canten en las fiestas del lugar; mientras ellas se curran el sustento.
Los biólogos ecologistas cuentan casos espeluznantes de hormigueros clasificados en términos municipales de suma pobreza: no abren sus agujeros hace algunos veranos para no ver a las cigarras -Ramoncinas, Dalmas, Sabinas...- llevarse las millonadas que cotizan a los ayuntamientos las pobres hormigas humanas; a veces con sacrificios eremíticos.
Sufren un alarmante estado depresivo que puede acabar con la especie:
-¿Por qué cualquier cigarra desafinada arrampla en un ratito con el esfuerzo prolongado de tantas hormigas? -creen los biólogos ecologistas que se preguntarán.
Sospechan también que el argumento demagógico de que las cigarras cantan para las clases más desfavorecidas no convence a las deprimidas hormigas.
-¿Entonces, por qué además de llevarse el dinero de nuestros impuestos cobran la entrada? -presienten los biólogos ecologistas que aducirán.
La brigada biológica considera inoportuno comunicar a los míseros himenópteros que las recaudaciones de taquilla que hacen las cigarras, tan suculosamente subvencionadas, son una miseria. Porque replicarían, con razón:
-Peor todavía; subvencionar a las cigarras con el dinero de las hormigas que no van a verlas, porque no interesan, es una barbaridad: ¡que canten por lo que recudan en taquilla, que es lo que valen!
Los biólogos ecologistas no tienen nada fácil convencer a las hormigas de que su laboriosidad es más gratificante que los miles de millones que se embolsan las cigarras cada verano; porque los himenópteros no entienden de política.
Martín, Miguel
La depresión de la hormiga
Las hormigas no son lo que eran. Desde el punto de vista biológico, puede que conserven íntegras las peculiaridades de himenópteros; pero desde el punto de vista social que cualifica hoy a todos los colectivos se han venido abajo.
Sería absurdo achacar su alarmante desaparición a la eficacia de los insecticidas, cuando los poderosos fabricantes de esos productos mortíferos son los primeros interesados en mantener su pervivencia.
Porque de la hormiga vive mucha gente: empleados de insdustrias letales para tan indefensos seres, representantes de comercio, drogueros, agencias de publicidad, medios de comunicación que divulgan la contundencia de los funestos «sprays», fábricas auxiliares de envases y cartonajes, transportistas, investigadores...
Es decir, las hormigas cumplen una función social que para sí quisieran los ministros de trabajo y los sindicatos. Y sin meterse con nadie, a lo suyo, ocupadas abnegadamente en limpiar la naturaleza de pequeñas miserias orgánicas.
Tampoco hurtan considerables espacios a los dueños de los terrenos en que se asientan; apenas unos agujeritos que abren con los primeros rigores veraniegos y los rellenan cuidadosamente al proclamarse el otoño para desaparecer durante nueve largos meses.
Sin embargo, nos irrita su presencia; hasta son las malas en la película «Cuando ruge la marabunta», de la que se deduce que una hormiga cabreada puede arrancar a bocados las piernas de Charlton Heston. Un panfleto hollywoodiense que incitó al hombre a la lucha desigual contra la indefensa hormiga.
Los valores éticos y morales de las hormigas fueron hasta entonces el ejemplo más socorrido y ostensible que los maestros ponían a los escolares para que el día de mañana fueran útiles a la sociedad: trabajo callado, ayuda sin reservas al compañero que lo necesita, sacrificio por el bien común, previsión del futuro con el ahorro y la austeridad, seguir sin titubeos el camino que abren los mayores y más sabios; evitar las controversias inútiles en el tiempo laboral... -«Es una hormiguita» -se decía, en fin, de quien atesoraba tantos valores.
Naturalmente, se oponía el ejemplo contrario de un hemíptero detestable y de conducta insolidaria: la cigarra, que se pasa los veranos de movida, cantando como una loca, sin hacer acopio de provisiones para sobrevivir al crudo invierno; como si, la muy cretina, figurara en las listas del INEM.
De comparar el proceder de los laboriosos himenópteros con el de los holgazanes hemípteros nació la fábula de «La hormiga y la cigarra» que los niños aprendían de memoria. Moraleja: la insignificante hormiguita, gracias a su esfuerzo y a su mentalidad previsora, pasaba unos inviernos confortables, bien alimentada y guarecida; la emperifollada cigarra -a pesar de tener más facultades para buscarse la vida-, concluido el bonancible estío, sucumbía al hambre y a los rigores invernales. O sea, la recompensa al esfuerzo laborioso frente al castigo inmisericorde a la vanal gandulería.
Las hormigas eran felices, porque se sentían respetadas y admiradas por el hombre: lejos de temerlo, compartían con él parques y jardines, le anunciaban la llegada del buen tiempo y le hacían cosquillas al corretearle las pantorríllas cuando iba de merienda al campo.
¿Por qué, entonces, ese cambio radical de la sociedad, que ahora las persigue con verdadera saña? Porque ya no quiere su testimonio ejemplar y, lo que es peor, molestan sus valores éticos.
-Con la mano en el corazón, ¿cuánto tiempo hace que no ve usted un hormiguero? -sería la pregunta inicial de una encuesta para conocer la catadura moral del país al día de hoy.
-¿Desde cuando no se detiene a observar cómo un piquete de hormiguitas arrastra un voluminoso grano de maíz? -continuaría el «test».
Y por fin:
-¿Le ha contado a su hijo la fábula de la «La hormiga y la cigarra»?
-Este hombre es tonto perdido -pensaría el encuestador.
Pero si hacemos caso a la brigada de biólogos ecologistas que luchan de manera específica contra la fumigación de himenópteros, la hormigas contemporáneas sufren unas depresiones de caballo.
Su peor enemigo son los insecticidas, porque los evitan huyendo a parajes recónditos y a los patios de los conventos de clausura, donde las tratan como criaturas de Dios: ¡Es política! La política de los hombres que ha roto sus diminutos esquemas mentales y las ha impuesto un insufrible agravio comparativo.
-La inmensa mayoría de las hormigas son obreras intachables -aseguran los biólogos ecologistas-; por eso servían de ejemplo a las clases trabajadoras de los hombres.
Un gran estímulo y una enorme responsabilidad para ellas, porque no por minúsculas son menos sensibles que los humanos. El reconocimiento a sus virtudes y el rechazo unánime a la frivolidad de las cigarras cantarinas les hacía más llevadero el esfuerzo estival, hasta que la política trastocó sus principios.
De pronto, el hombre las volvió la espalda y se pasó al bando de los cachondos hemípteros; ven cómo los ayuntamientos se dispuntan a las cigarras a millonazo limpio para que canten en las fiestas del lugar; mientras ellas se curran el sustento.
Los biólogos ecologistas cuentan casos espeluznantes de hormigueros clasificados en términos municipales de suma pobreza: no abren sus agujeros hace algunos veranos para no ver a las cigarras -Ramoncinas, Dalmas, Sabinas...- llevarse las millonadas que cotizan a los ayuntamientos las pobres hormigas humanas; a veces con sacrificios eremíticos.
Sufren un alarmante estado depresivo que puede acabar con la especie:
-¿Por qué cualquier cigarra desafinada arrampla en un ratito con el esfuerzo prolongado de tantas hormigas? -creen los biólogos ecologistas que se preguntarán.
Sospechan también que el argumento demagógico de que las cigarras cantan para las clases más desfavorecidas no convence a las deprimidas hormigas.
-¿Entonces, por qué además de llevarse el dinero de nuestros impuestos cobran la entrada? -presienten los biólogos ecologistas que aducirán.
La brigada biológica considera inoportuno comunicar a los míseros himenópteros que las recaudaciones de taquilla que hacen las cigarras, tan suculosamente subvencionadas, son una miseria. Porque replicarían, con razón:
-Peor todavía; subvencionar a las cigarras con el dinero de las hormigas que no van a verlas, porque no interesan, es una barbaridad: ¡que canten por lo que recudan en taquilla, que es lo que valen!
Los biólogos ecologistas no tienen nada fácil convencer a las hormigas de que su laboriosidad es más gratificante que los miles de millones que se embolsan las cigarras cada verano; porque los himenópteros no entienden de política.
Yriarte, Tomás de (1750-1791)
La Hormiga y la Pulga
Tienen algunos un gracioso modo
De aparentar que se lo saben todo;
Pues cuando oyen, ó ven cualquiera cosa,
Por mas nueva que sea y primorosa,
Muy trivial y muy fácil la suponen,
Y á tener que alabarla no se esponen.
Esta casta de gente
No se me ha de escapar, por vida mia,
Sin que lleve su fábula corriente,
Aunque gaste en hacerla todo un dia.
Á la Pulga la Hormiga referia
Lo mucho que se afana,
Y con qué industrias el sustento gana;
De qué suerte fabrica el hormiguero;
Cuál es la habitacion, cuál el granero;
Cómo el grano acarrea,
Repartiendo entre todas la tarea;
Con otras menudencias muy curiosas,
Que pudieran pasar por fabulosas,
Si diarias esperiencias
No las acreditasen de evidencias.
Á todas sus razones
Contestaba la Pulga, no diciendo
Mas que estas, ú otras tales espresiones:
"Pues yá; sí; se supone; bien; lo entiendo;
Ya. lo decia yo; sin duda; es claro;
Está visto; ¿tiene eso algo de raro?"
La Hormiga, que salió de sus casillas
Al oir estas vanas respuestillas,
Dijo á la Pulga: "Amiga, pues yo quiero
Que venga Usted conmigo al hormiguero.
Ya que con ese tono de maestra
Todo lo facilita y da por hecho,
Siquiera para muestra,
Ayúdenos en algo de provecho."
La Pulga, dando un brinco muy ligera,
Respondió con grandísimo desuello:
"¡Miren que friolera!
¿Y tanto piensas que me costaría?
Todo es ponerse á ello…
Pero… tengo que hacer… Hasta otro dia."
Milton, John (1608-1674)
Fragmento de El paraiso perdido
El insecto primero que se ha visto
Fue la hormiga prudente que previene
Lo futuro con sabia economía:
En su pequeño cuerpo bien descubre,
Vive un gran corazon, y pensar dexa,
Que en tribus populares congregada,
De la justa igualdad modelo un dia,
Su república, acaso, ser podria…
Morón, Guillermo (1926-)
La Hormiga roja
Un día se apareció por la ciudad socialista de las hormigas, un ser mesiánico que lo sabía todo porque todo estaba y salía de su cabeza. Al principio parecía una hormiga mayor, una hormiga roja, con la habilidad de moverse más ágilmente. Dijo que era sociólogo y podía explicar por qué las hormigas eran como eran desde siempre. Dijo que era economista y podía regular el transporte, la circulación, el acarreo de los alimentos, el precio de las hojas, el tamaño de los palitos, todo cuanto las hormigas conocían normalmente. Y dijo también que era político y que podía gobernar la ciudad que se había gobernado eternamente por sí misma. Resultó ser un monstruo de dos cuerpos, cabeza y abdomen, con ocho patas. Su habilidad era tanta que convirtió en tela de araña y en trampa todo cuanto tocó.
López Pelegrín, Santos (1801-1846)
La hormiga
Al pie del tronco de robusta encina
que siglos cuenta de oprimir la tierra,
y el grito horrible de funesta guerra
tantas veces escuchó,
y sus hojas meneó,
y las hojas se cayeron,
y compasivas cubrieron
huesos y sangre vertida
de hombres que dieron la vida
por quién la muerte les dio.
Una hormiga
más feliz
su vivienda
tiene allí.
Y nadie le dicta leyes
ni tiene á nadie temor,
que en un puñado de tierra
vive la vida de amor.
No tiene orgullosas torres
con esculpido blason,
ni esos palacios de mármol
mentiras de la ambicion.
Pero tiene un hondo asilo,
que en la dura tierra abrió,
y allí deposita el grano
que previsora buscó.
No retumba en sus salones
del ronco trueno el fragor,
que en su animado sepulcro
vive la vida de amor.
Ni rudos los vientos baten
rejas que el moro labró,
que el viento bate la encina
pero su vivienda no.
Y cuando la nieve oprime
el palacio de un señor,
enjuta y libre la hormiga
vive la vida de amor.
Que allí la nieve colgada
entre las ramas quedó,
la nieve oprime la encina,
pero su vivienda no.
Y cuando yerto el soldado
vela en alto torreon,
caliente duerme la hormiga
en su ignorada mansion.
Y cuando hambriento y lloroso
pide el pobre compasión,
la hormiga come y se goza
en su ignorada mansion.
Cuando en la cárcel el hombre
lucha entre muerte y dolor,
gozosa y libre la hormiga
vive la vida de amor.
Que si el acero sangriento
brutal el hombre empuñó,
solo semillas de flores
sagaz la hormiga abrazó.
Y en vez de llevar la guerra
en alas de una opinion,
el grano lleva la hormiga
á su ignorada mansion.
Que si del bronce al estruendo
cobarde el hombre tembló,
de hojilla seca el crujido
solo la hormiga escuchó.
Que libre vive la hormiga
y vive vida de amor,
mientras el hombre oprimido
vive entre llanto y horror.
Encina, guarda la hormiga,
encina, guárdala, sí,
que guardas un sér precioso
modelo del.bien vivir.
Si tal vez llora una bella
sus penas cerca de tí,
humilla encina tus ramas,
levanta la voz y di:
«Una hormiga
mas feliz,
su vivienda
tiene aquí.»
Lope de Vega (1562–1635)
Soneto
Subió atrevido miserable Enano
en una hormiga de su cuerpo Athlante
gloriosa de llevar su semejante:
tal puede en proporción el arte humano.
Sin espuela en el pie, rienda en la mano,
caminaba tan bravo y arrogante,
como pudiera el Cesar mas triunfante
en el aplauso del laurel Romano.
Corrió la hormiga, y dio con él en tierra,
y entonces dixo: Envidia , ¿qué te ríes ,
de una suerte caímos yo y Phaetonte?
Lydio, camina en paz, no me des guerra,
que es grande diferencia, aunque porfíes,
caer de hormiga y de celeste monte.
Lorenzo Villanueva, Joaquín (1757-1837)
La hormiga (romance)
Rastrojos y pegujares
En el rigor del estio
Iba una hormiga cruzando
A la rebusca del trigo:
Cuando con límpidas alas
Mirándose de improviso,
Echó á volar por los ayres
Con orgullo y regocijo.
Y hallando a una filomena
Que cantaba en un aliso:
¿Quién eres? le dixo. Soy
Un ligero pajarillo
Que por alegrar los campos
Con mi canto, dejo el nido.
Halla luego á una abejita
Chupando un verde tomillo:
¿Quién eres, dime, te ruego,
Y á do guias tu camino?
Volando de flor en flor,
Responde, con artificio
Para labrar los panales
Sácoles jugo y rocio.
Al oir esto la hormiga,
Sus blancas alas bendijo,
Y con la natura hablando,
Asi soltó su zumbido:
Gracias doy á tu largueza
Que me sacó de mi silo,
Librándome del afán
En que hasta ahora he vivido.
Ya no romperé calzadas
Por entre peñas y riscos,
Ni por ellas paja ó grano
Arrastraré á mi escondrijo.
Qué en la region de la luz,
Y entre arrayanes y mirtos
Con gilgueros moraré,
Con ruyseñores y mirlos.
¿Mas hay, preguntó á la abeja,
Algun riesgo en estos sitios?
Muchos y por todas partes,
Respondió! rigidos frios,
Bochornos y tempestades,
Y huracanes imprevistos:
Sin contar del gavilan
Las uñas y el corvo pico,
Ni de la emboscada araña
La red de mallados hilos.
¡Guarte! dijo la hormiguilla:
Y al decir esto, dio un brinco:
Mas confiada en sus alas,
Sin soltarlas fue á otro aprisco.
En tanto corrió ligero
El can que abrasa el estio,
Y en pos del templado Octubre
Llegó el Diciembre marchito,
Sobrevienen aguaceros,
Cierzos, yelos excesivos:
Falta el manjar, llega el hambre:
Volveré á mi covezuela,
La hormiga dando un suspiro:
Dijo en tono dolorido.
Mas ¡ay! hallóla cerrada,
Y aunque llamaba contino:
¿De donde vienes? que trahes?
Le dicen desde el asilo.
Vengo del ayre, responde,
Y alas me traygo con migo.
Alas? aqui no las hay,
Ni cabe, sino el que mijo
Trae, ó cebada, ó centeno;
Y el que no, no es admitido.
Desesperada la hormiga,
Bufando, perdido el tino,
Abominando del ayre,
Loando su rinconcillo:
Aora entiendo, exclamó,
Ser faláz la aura del siglo,
Qué quien la busca, no es sabio,
Pues ama su precipicio:
Qué es inquieta y mal.segura,
De lazos llena y garlitos,
De paz falta y de sosiego,
Por do es el libre cautivo.
¡O cuan dichosa es la cueva
Do busca el humilde abrigo,
Siempre estable y sin mudanza,
Y sin miedo de enemigos !
Do es sabrosa la hermandad,
Segura de agenos tiros,
Region de bienes vitales,
Lejos de estruendo y ruido.
Asi á la hormiga hizo cuerda
El llanto y dolor prolijo,
Mas no la sacó del riesgo
Su desengaño tardio.
Borrás, José (compilador, 1827)
El Gallo y la Hormiga (fábula)
Un gallo se paseaba con sus pollos en un bosque,
y recogian de paso los granos que encontraban.
Viendo el gallo un hormiguero reunió á sus hijos
para decirles, ved ahí un tesoro: no temais, y comed
sin ceremonia estos insectos; una hormiga es un
bocado goloso para un polluelo: ¡que felices seriamos
si pudiesemos escapar del cuchillo del cocinero!
En verdad el hombre es bien cruel é injusto en destruirnos
para satisfacer su golosina. Una hormiga
que trepó á un arbol oyendo lo que discurria el
gallo, le dixo: Antes de tildar los defectos de otros
examine vm. su propia conciencia: vm, no deberia
por un solo almuerzo destruir un hormiguero.— Vemos
las faltas de los otros y estamos ciegos para
mirar las nuestras.
La Hormiga y la Pulga
Tienen algunos un gracioso modo
De aparentar que se lo saben todo;
Pues cuando oyen, ó ven cualquiera cosa,
Por mas nueva que sea y primorosa,
Muy trivial y muy fácil la suponen,
Y á tener que alabarla no se esponen.
Esta casta de gente
No se me ha de escapar, por vida mia,
Sin que lleve su fábula corriente,
Aunque gaste en hacerla todo un dia.
Á la Pulga la Hormiga referia
Lo mucho que se afana,
Y con qué industrias el sustento gana;
De qué suerte fabrica el hormiguero;
Cuál es la habitacion, cuál el granero;
Cómo el grano acarrea,
Repartiendo entre todas la tarea;
Con otras menudencias muy curiosas,
Que pudieran pasar por fabulosas,
Si diarias esperiencias
No las acreditasen de evidencias.
Á todas sus razones
Contestaba la Pulga, no diciendo
Mas que estas, ú otras tales espresiones:
"Pues yá; sí; se supone; bien; lo entiendo;
Ya. lo decia yo; sin duda; es claro;
Está visto; ¿tiene eso algo de raro?"
La Hormiga, que salió de sus casillas
Al oir estas vanas respuestillas,
Dijo á la Pulga: "Amiga, pues yo quiero
Que venga Usted conmigo al hormiguero.
Ya que con ese tono de maestra
Todo lo facilita y da por hecho,
Siquiera para muestra,
Ayúdenos en algo de provecho."
La Pulga, dando un brinco muy ligera,
Respondió con grandísimo desuello:
"¡Miren que friolera!
¿Y tanto piensas que me costaría?
Todo es ponerse á ello…
Pero… tengo que hacer… Hasta otro dia."
Milton, John (1608-1674)
Fragmento de El paraiso perdido
El insecto primero que se ha visto
Fue la hormiga prudente que previene
Lo futuro con sabia economía:
En su pequeño cuerpo bien descubre,
Vive un gran corazon, y pensar dexa,
Que en tribus populares congregada,
De la justa igualdad modelo un dia,
Su república, acaso, ser podria…
Morón, Guillermo (1926-)
La Hormiga roja
Un día se apareció por la ciudad socialista de las hormigas, un ser mesiánico que lo sabía todo porque todo estaba y salía de su cabeza. Al principio parecía una hormiga mayor, una hormiga roja, con la habilidad de moverse más ágilmente. Dijo que era sociólogo y podía explicar por qué las hormigas eran como eran desde siempre. Dijo que era economista y podía regular el transporte, la circulación, el acarreo de los alimentos, el precio de las hojas, el tamaño de los palitos, todo cuanto las hormigas conocían normalmente. Y dijo también que era político y que podía gobernar la ciudad que se había gobernado eternamente por sí misma. Resultó ser un monstruo de dos cuerpos, cabeza y abdomen, con ocho patas. Su habilidad era tanta que convirtió en tela de araña y en trampa todo cuanto tocó.
López Pelegrín, Santos (1801-1846)
La hormiga
Al pie del tronco de robusta encina
que siglos cuenta de oprimir la tierra,
y el grito horrible de funesta guerra
tantas veces escuchó,
y sus hojas meneó,
y las hojas se cayeron,
y compasivas cubrieron
huesos y sangre vertida
de hombres que dieron la vida
por quién la muerte les dio.
Una hormiga
más feliz
su vivienda
tiene allí.
Y nadie le dicta leyes
ni tiene á nadie temor,
que en un puñado de tierra
vive la vida de amor.
No tiene orgullosas torres
con esculpido blason,
ni esos palacios de mármol
mentiras de la ambicion.
Pero tiene un hondo asilo,
que en la dura tierra abrió,
y allí deposita el grano
que previsora buscó.
No retumba en sus salones
del ronco trueno el fragor,
que en su animado sepulcro
vive la vida de amor.
Ni rudos los vientos baten
rejas que el moro labró,
que el viento bate la encina
pero su vivienda no.
Y cuando la nieve oprime
el palacio de un señor,
enjuta y libre la hormiga
vive la vida de amor.
Que allí la nieve colgada
entre las ramas quedó,
la nieve oprime la encina,
pero su vivienda no.
Y cuando yerto el soldado
vela en alto torreon,
caliente duerme la hormiga
en su ignorada mansion.
Y cuando hambriento y lloroso
pide el pobre compasión,
la hormiga come y se goza
en su ignorada mansion.
Cuando en la cárcel el hombre
lucha entre muerte y dolor,
gozosa y libre la hormiga
vive la vida de amor.
Que si el acero sangriento
brutal el hombre empuñó,
solo semillas de flores
sagaz la hormiga abrazó.
Y en vez de llevar la guerra
en alas de una opinion,
el grano lleva la hormiga
á su ignorada mansion.
Que si del bronce al estruendo
cobarde el hombre tembló,
de hojilla seca el crujido
solo la hormiga escuchó.
Que libre vive la hormiga
y vive vida de amor,
mientras el hombre oprimido
vive entre llanto y horror.
Encina, guarda la hormiga,
encina, guárdala, sí,
que guardas un sér precioso
modelo del.bien vivir.
Si tal vez llora una bella
sus penas cerca de tí,
humilla encina tus ramas,
levanta la voz y di:
«Una hormiga
mas feliz,
su vivienda
tiene aquí.»
Lope de Vega (1562–1635)
Soneto
Subió atrevido miserable Enano
en una hormiga de su cuerpo Athlante
gloriosa de llevar su semejante:
tal puede en proporción el arte humano.
Sin espuela en el pie, rienda en la mano,
caminaba tan bravo y arrogante,
como pudiera el Cesar mas triunfante
en el aplauso del laurel Romano.
Corrió la hormiga, y dio con él en tierra,
y entonces dixo: Envidia , ¿qué te ríes ,
de una suerte caímos yo y Phaetonte?
Lydio, camina en paz, no me des guerra,
que es grande diferencia, aunque porfíes,
caer de hormiga y de celeste monte.
Lorenzo Villanueva, Joaquín (1757-1837)
La hormiga (romance)
Rastrojos y pegujares
En el rigor del estio
Iba una hormiga cruzando
A la rebusca del trigo:
Cuando con límpidas alas
Mirándose de improviso,
Echó á volar por los ayres
Con orgullo y regocijo.
Y hallando a una filomena
Que cantaba en un aliso:
¿Quién eres? le dixo. Soy
Un ligero pajarillo
Que por alegrar los campos
Con mi canto, dejo el nido.
Halla luego á una abejita
Chupando un verde tomillo:
¿Quién eres, dime, te ruego,
Y á do guias tu camino?
Volando de flor en flor,
Responde, con artificio
Para labrar los panales
Sácoles jugo y rocio.
Al oir esto la hormiga,
Sus blancas alas bendijo,
Y con la natura hablando,
Asi soltó su zumbido:
Gracias doy á tu largueza
Que me sacó de mi silo,
Librándome del afán
En que hasta ahora he vivido.
Ya no romperé calzadas
Por entre peñas y riscos,
Ni por ellas paja ó grano
Arrastraré á mi escondrijo.
Qué en la region de la luz,
Y entre arrayanes y mirtos
Con gilgueros moraré,
Con ruyseñores y mirlos.
¿Mas hay, preguntó á la abeja,
Algun riesgo en estos sitios?
Muchos y por todas partes,
Respondió! rigidos frios,
Bochornos y tempestades,
Y huracanes imprevistos:
Sin contar del gavilan
Las uñas y el corvo pico,
Ni de la emboscada araña
La red de mallados hilos.
¡Guarte! dijo la hormiguilla:
Y al decir esto, dio un brinco:
Mas confiada en sus alas,
Sin soltarlas fue á otro aprisco.
En tanto corrió ligero
El can que abrasa el estio,
Y en pos del templado Octubre
Llegó el Diciembre marchito,
Sobrevienen aguaceros,
Cierzos, yelos excesivos:
Falta el manjar, llega el hambre:
Volveré á mi covezuela,
La hormiga dando un suspiro:
Dijo en tono dolorido.
Mas ¡ay! hallóla cerrada,
Y aunque llamaba contino:
¿De donde vienes? que trahes?
Le dicen desde el asilo.
Vengo del ayre, responde,
Y alas me traygo con migo.
Alas? aqui no las hay,
Ni cabe, sino el que mijo
Trae, ó cebada, ó centeno;
Y el que no, no es admitido.
Desesperada la hormiga,
Bufando, perdido el tino,
Abominando del ayre,
Loando su rinconcillo:
Aora entiendo, exclamó,
Ser faláz la aura del siglo,
Qué quien la busca, no es sabio,
Pues ama su precipicio:
Qué es inquieta y mal.segura,
De lazos llena y garlitos,
De paz falta y de sosiego,
Por do es el libre cautivo.
¡O cuan dichosa es la cueva
Do busca el humilde abrigo,
Siempre estable y sin mudanza,
Y sin miedo de enemigos !
Do es sabrosa la hermandad,
Segura de agenos tiros,
Region de bienes vitales,
Lejos de estruendo y ruido.
Asi á la hormiga hizo cuerda
El llanto y dolor prolijo,
Mas no la sacó del riesgo
Su desengaño tardio.
Borrás, José (compilador, 1827)
El Gallo y la Hormiga (fábula)
Un gallo se paseaba con sus pollos en un bosque,
y recogian de paso los granos que encontraban.
Viendo el gallo un hormiguero reunió á sus hijos
para decirles, ved ahí un tesoro: no temais, y comed
sin ceremonia estos insectos; una hormiga es un
bocado goloso para un polluelo: ¡que felices seriamos
si pudiesemos escapar del cuchillo del cocinero!
En verdad el hombre es bien cruel é injusto en destruirnos
para satisfacer su golosina. Una hormiga
que trepó á un arbol oyendo lo que discurria el
gallo, le dixo: Antes de tildar los defectos de otros
examine vm. su propia conciencia: vm, no deberia
por un solo almuerzo destruir un hormiguero.— Vemos
las faltas de los otros y estamos ciegos para
mirar las nuestras.
[Xauxa me ha hecho llegar su nuevo hallazgo myrmecopoético. Lo ha encontrado al comienzo de la tesis de licenciatura de Carmen Ordóñez Urbano (Estudio Ecológico de los formícidos asociados a los Ecosistemas Riparios de la Provincia de Córdoba, 2008, dirigida por los mirmecólogos Joaquín Reyes y Soledad Carpintero). Un poema encabezando un trabajo científico, no está mal].
Sastre, Claudia (1965-)
La hormiga poeta (Del libro Fáunicas).
Sastre, Claudia (1965-)
La hormiga poeta (Del libro Fáunicas).
[Gracias a tí, AlvaroGe, que siempre anima ver que estas cosas literarias gustan y entretienen]
Vila, Leonor
Vals de la hormiga (2001)
Yo soy la hormiga, miga que veo,
la como con pan,
le pongo sal, me gusta más.
Yo soy la hormiga, hoja que miro,
la llevo conmigo,
porque quizás, el frío vendrá.
Yo soy la hormiga, con mis amigas,
trabajo y juego todos los días,
junto las hojas que Don otoño,
tira que tira, todos los días.
Fray Polipodio de Salamanca
La niña y la hormiga (fábula, 1844)
Vila, Leonor
Vals de la hormiga (2001)
Yo soy la hormiga, miga que veo,
la como con pan,
le pongo sal, me gusta más.
Yo soy la hormiga, hoja que miro,
la llevo conmigo,
porque quizás, el frío vendrá.
Yo soy la hormiga, con mis amigas,
trabajo y juego todos los días,
junto las hojas que Don otoño,
tira que tira, todos los días.
Fray Polipodio de Salamanca
La niña y la hormiga (fábula, 1844)
Caballero, Fernán (1796-1877)
La hormiguita
Había vez y vez una hormiguita tan primorosa, tan concertada, tan hacendosa, que era un encanto. Un día que estaba barriendo la puerta de su casa, se halló un ochavito. Dijo para sí: ¿Qué haré con este ochavito? ¿Compraré piñones? No, que no los puedo partir. ¿Compraré merengues? No, que es una golosina. Pensolo más, y se fue a una tienda, donde compró un poco de arrebol, se lavó, se peinó, se aderezó, se puso su colorete y se sentó a la ventana. Ya se ve; como que estaba tan acicalada y tan bonita, todo el que pasaba se enamoraba de ella. Pasó un toro, y la dijo:
-Hormiguita, ¿te quieres casar conmigo?
-¿Y cómo me enamorarás? -respondió la hormiguita.
El toro se puso a rugir; la hormiga se tapó los oídos con ambas patas.
-Sigue tu camino -le dijo al toro-, que me asustas, me asombras y me espantas.
Y lo propio sucedió con un perro que ladró, un gato que maulló, un cochino que gruñó, un gallo que cacareó. Todos causaban alejamiento a la hormiga; ninguno se ganó su voluntad, hasta que pasó un ratonpérez, que la supo enamorar tan fina y delicadamente, que la hormiguita le dio su manita negra. Vivían como tortolitas, y tan felices, que de eso no se ha visto desde que el mundo es mundo.
Quiso la mala suerte que un día fuese la hormiguita sola a misa, después de poner la olla, que dejó al cuidado de ratonpérez, advirtiéndole, como tan prudente que era, que no menease la olla con la cuchara chica, sino con el cucharón; pero el ratonpérez hizo, por su mal, lo contrario de lo que le dijo su mujer: cogió la cuchara chica para menear la olla, y así fue que sucedió lo que ella había previsto. Ratonpérez, con su torpeza, se cayó en la olla, como en un pozo, y allí murió ahogado.
Al volver la hormiguita a su casa, llamó a la puerta. Nadie respondió ni vino a abrir. Entonces se fue a casa de una vecina para que la dejase entrar por el tejado. Pero la vecina no quiso, y tuvo que mandar por el cerrajero, que le descerrajase la puerta. Fuese la hormiguita en derechura a la cocina; miró la olla, y allí estaba, ¡qué dolor!, el ratonpérez ahogado, dando vueltas sobre el caldo que hervía. La hormiguita se echó a llorar amargamente. Vino el pájaro, y la dijo:
-¿Por qué lloras?
Ella respondió:
-Porque ratonpérez se cayó en la olla.
-Pues yo, pajarito, me corto el piquito.
Vino la paloma, y la dijo:
-¿Por qué, pajarito, te has cortado el pico?
-Porque el ratonpérez se cayó en la olla, y que la hormiguita lo siente y lo llora.
-Pues yo, la paloma, me corto la cola.
Dijo el palomar:
-¿Por qué tú, paloma, cortaste tu cola?
-Porque ratonpérez se cayó en la olla, y que la hormiguita lo siente y lo llora; y que el pajarito cortó su piquito, y yo, la paloma, me corto la cola.
-Pues yo, palomar, voyme a derribar.
Dijo la fuente clara:
-¿Por qué, palomar, vaste a derribar?
-Porque el ratonpérez se cayó en la olla, y que la hormiguita lo siente y lo llora; y que el pajarito cortó su piquito; y que la paloma se corta la cola; y yo, palomar, voyme a derribar.
-Pues yo, fuente clara, me pongo a llorar.
Vino la Infanta a llenar la cántara.
-¿Por qué, fuente clara, póneste a llorar?
Porque el ratonpérez se cayó en la olla, y que la hormiguita lo siente y lo llora; y que el pajarito se cortó el piquito, y que la paloma se corta la cola; y que el palomar fuese a derribar; y yo, fuente clara, me pongo a llorar.
-Pues yo, que soy Infanta, romperé mi cántara.
Y yo, que lo cuento, acabo en lamento, porque el ratonpérez se cayó en la olla, ¡y que la hormiguita lo siente y lo llora!
La hormiguita
Había vez y vez una hormiguita tan primorosa, tan concertada, tan hacendosa, que era un encanto. Un día que estaba barriendo la puerta de su casa, se halló un ochavito. Dijo para sí: ¿Qué haré con este ochavito? ¿Compraré piñones? No, que no los puedo partir. ¿Compraré merengues? No, que es una golosina. Pensolo más, y se fue a una tienda, donde compró un poco de arrebol, se lavó, se peinó, se aderezó, se puso su colorete y se sentó a la ventana. Ya se ve; como que estaba tan acicalada y tan bonita, todo el que pasaba se enamoraba de ella. Pasó un toro, y la dijo:
-Hormiguita, ¿te quieres casar conmigo?
-¿Y cómo me enamorarás? -respondió la hormiguita.
El toro se puso a rugir; la hormiga se tapó los oídos con ambas patas.
-Sigue tu camino -le dijo al toro-, que me asustas, me asombras y me espantas.
Y lo propio sucedió con un perro que ladró, un gato que maulló, un cochino que gruñó, un gallo que cacareó. Todos causaban alejamiento a la hormiga; ninguno se ganó su voluntad, hasta que pasó un ratonpérez, que la supo enamorar tan fina y delicadamente, que la hormiguita le dio su manita negra. Vivían como tortolitas, y tan felices, que de eso no se ha visto desde que el mundo es mundo.
Quiso la mala suerte que un día fuese la hormiguita sola a misa, después de poner la olla, que dejó al cuidado de ratonpérez, advirtiéndole, como tan prudente que era, que no menease la olla con la cuchara chica, sino con el cucharón; pero el ratonpérez hizo, por su mal, lo contrario de lo que le dijo su mujer: cogió la cuchara chica para menear la olla, y así fue que sucedió lo que ella había previsto. Ratonpérez, con su torpeza, se cayó en la olla, como en un pozo, y allí murió ahogado.
Al volver la hormiguita a su casa, llamó a la puerta. Nadie respondió ni vino a abrir. Entonces se fue a casa de una vecina para que la dejase entrar por el tejado. Pero la vecina no quiso, y tuvo que mandar por el cerrajero, que le descerrajase la puerta. Fuese la hormiguita en derechura a la cocina; miró la olla, y allí estaba, ¡qué dolor!, el ratonpérez ahogado, dando vueltas sobre el caldo que hervía. La hormiguita se echó a llorar amargamente. Vino el pájaro, y la dijo:
-¿Por qué lloras?
Ella respondió:
-Porque ratonpérez se cayó en la olla.
-Pues yo, pajarito, me corto el piquito.
Vino la paloma, y la dijo:
-¿Por qué, pajarito, te has cortado el pico?
-Porque el ratonpérez se cayó en la olla, y que la hormiguita lo siente y lo llora.
-Pues yo, la paloma, me corto la cola.
Dijo el palomar:
-¿Por qué tú, paloma, cortaste tu cola?
-Porque ratonpérez se cayó en la olla, y que la hormiguita lo siente y lo llora; y que el pajarito cortó su piquito, y yo, la paloma, me corto la cola.
-Pues yo, palomar, voyme a derribar.
Dijo la fuente clara:
-¿Por qué, palomar, vaste a derribar?
-Porque el ratonpérez se cayó en la olla, y que la hormiguita lo siente y lo llora; y que el pajarito cortó su piquito; y que la paloma se corta la cola; y yo, palomar, voyme a derribar.
-Pues yo, fuente clara, me pongo a llorar.
Vino la Infanta a llenar la cántara.
-¿Por qué, fuente clara, póneste a llorar?
Porque el ratonpérez se cayó en la olla, y que la hormiguita lo siente y lo llora; y que el pajarito se cortó el piquito, y que la paloma se corta la cola; y que el palomar fuese a derribar; y yo, fuente clara, me pongo a llorar.
-Pues yo, que soy Infanta, romperé mi cántara.
Y yo, que lo cuento, acabo en lamento, porque el ratonpérez se cayó en la olla, ¡y que la hormiguita lo siente y lo llora!
REFRANES Y ADAGIOS
Recojo aquí una muestra de algunos refranes sobre hormigas que he ido recogiendo en los últimos años, muchos de ellos antiguos, la mayoría españoles, pero también americanos, orientales, africanos o judíos. He conservado las variantes cuando las hay, como las 18 versiones del cuatro veces centenario refrán sobre de la perdición de las hormigas aladas.
En estas sentencias breves se adivina un saber popular decantado tras muchos años de experiencia. Bien lo sabía Martín Caro, autor de la obra Refranes y modos de hablar Castellanos, de 1792. En el prólogo, justificaba de esta manera el ingente trabajo de recopilación y estudio que acababa de concluir:
"Quando escribía este libro llegaron muchos á decirme,
que era tiempo mal gastado el que gastaba en escribir
adagios, por ser una cosa tan baxa, vulgar, inútil, é
indigna de que hombres que hayan ocupádose algún
tiempo en letras humanas, traten de ella. A los quales,
aunque satisfice muy cumplidamente con razones (á
mi parecer) eficaces, por si acaso otros, que vean esta
obra, dixeren lo mismo, que no dudo lo dirán infinitos,
les satisfago diciendo, que no pude elegir materia
que sea mas útil para los que estudian, y profesan
las letras humanas; pues como en los Autores Latinos
se hallen muchos adagios, y los mas sean tan difíciles,
que el que se juzga por mas agudo y entendido, no
les ha de dar la inteligencia que piden; porque ó ya,
encierran en sí alguna enigma, metáfora, alegoría,
hyperbole, ó ironía: ó tienen origen de alguna historia,
fábula, ó suceso particular…"
************
• ¿Cómo se comen un elefante las hormigas? De poco a poco
• A quien Dios bien quiere, la hormiga a buscarle viene
• Al que le hacen las hormigas no le hacen los alacranes
• Aprende de las hormigas: no van a un noque vacío
• Aunque tu enemigo sea pequeño como una hormiga, cuídate de él como si fuera un elefante
• Cada hormiga tiene su ira
• Cada hormiga tiene su ira, cada quién tiene su contén y cada Zamora tiene su hora
• Como hormigas en la sartén al fuego
• Considera como a un elefante a tu enemigo aunque no sea mayor que una hormiga
• Cuando el árbol está desarraigado, las hormigas lo toman por asalto
• Cuando la hormiga trabaja, no te sientes con cachaza
• Cuando recoge la hormiga, no te sientes en la viga
• Cuanto la hormiga allega en un año, lleva el asno de un bocado
• Del mal del asno se queja la hormiga
• Dios tiene cuidado de la hormiga que yace bajo la piedra
• Dios ve en una noche oscura el rastro de una hormiga negra sobre una piedra negra
• El Dios tiene cargo, y de la hormiga del campo
• El mejor predicador es la hormiga
• El que asierre yarumos, que aguante las hormigas
• Hasta la hormiga quiere compañía
• Hasta una hormiga muerde si la hostigas
• Hasta una hormiga que pierde, duerme
• Hasta una hormiga que pierde, muerde
• Hormiga no pela alambre
• Hormiga que no camina, mal convida a su vecina
• Hormigas acordonadas, pronto mojadas
• Hormigas con ala, tierra mojada
• Hormigas y amigos no van donde los graneros están vacíos
• Imita a la hormiga, si quieres vivir sin fatiga
• La cigarra para cantar y la hormiga para trabajar: a una u otra has de imitar
• La hormiga no predicó, pero mucho enseñó
• Las hormigas está apuradas, señal de mal tiempo
• Las hormigas reunidas pueden vencer al león
• Llevando de cada camino un grano, bastece la hormiga su granero para todo el año
• Lo que junta la hormiga en un año, lo carga el camello en su pezuña
• Lo que reúne la hormiga en un año, lo come el ratón en una noche
• Mal anda el oso cuando anda a hormigas
• Más largo que camino de hormigas
• Mientras la cigarra canta, la hormiga acarrea y guarda
• Muchas hormigas matan un camello
• No hay mejor doctrina que la de la hormiga
• No hay mejor doctrina que la de la hormiga: su doctrina es el trabajo
• No hay mejor predicador que la hormiga, que no dice nada
• No hay tal doctrina como la de la hormiga
• Para la hormiga el rocío es una inundación
• Para mí, alazán hormiga, dígase lo que se diga
• Para una hormiga, una vaso de de agua es un océano
• Parece hormiga y es avispa
• Quien está en ventura, hasta la hormiga le ayuda
• Quien imita a la hormiga en el verano, no tendrá que pedir pan prestado en el invierno
• Ratero que se vuelve ojo de hormiga, que Dios lo bendiga
• Se hizo ojo de hormiga
• Ser buscavida como hormiga
• Si en verano soy cigarra, y de septiembre a mayo hormiga, no te apures madre mía, que ha de irme bien la vida
• Si tu enemigo es una hormiga, cuéntalo como si fuera un camello
• Sigue la hormiga, si quieres vivir sin fatiga
• A la hormiga cuando le nacen alas, perder suele el cuerpo y los brazos
• Cuando la hormiga cría alas busca la muerte
• Cuando la hormiga se quiere perder, alas nuevas la quieren nacer
• Cuando las hormigas se quieren perder, alas les han de nacer
• Da Dios alas a la hormiga para morir mas aina
• Da Dios alas a la hormiga para morir más alta
• Dios por su mal dio alas a la hormiga
• El bachaco cría alas para perderse
• La hormiga cría alas para su perdición
• La hormiga cuando quiere volar cría alas
• La hormiga se perdió, cuando le nacieron alas
• Nacen alas a la hormiga, para que se pierda mas ayna
• Para su mal crió alas la hormiga
• Para su mal supo la hormiga volar
• Por su mal le nacieron alas a la hormiga
• Por su mal supo la hormiga volar
• Por su mal y su ruina nacen alas a la hormiga
• Salen alas a la hormiga para ser perdida
• A fuerza de constancia y fina intriga, un elefante desfloró a una hormiga
• Con paciencia y con saliva un elefante conquistó a una hormiga
• Con paciencia y con saliva, venció a un elefante una hormiga
• Con paciencia y saliva cogió un elefante una hormiga
• Con paciencia y saliva enamoró un elefante a la hormiga
• Con paciencia y saliva, el elefante se tragó la hormiga
• Con paciencia y saliva, sedujo el burro a la hormiga
• con paciencia y sin fatiga, a un elefante se tragó una hormiga
• Camina más una hormiga que un buey echado
• Mas hace una hormiga andando que un buey echado
• Mas hace una hormiga arriera que un buey echado
• Al que es dulce se lo comen las hormigas
• El que es de puro dulce se lo comen las hormigas
• El que se hace de azúcar se lo comen las hormigas
• El que se hace de miel se lo comen las hormigas
• No hay que ser tan dulce porque te hormigas
Recojo aquí una muestra de algunos refranes sobre hormigas que he ido recogiendo en los últimos años, muchos de ellos antiguos, la mayoría españoles, pero también americanos, orientales, africanos o judíos. He conservado las variantes cuando las hay, como las 18 versiones del cuatro veces centenario refrán sobre de la perdición de las hormigas aladas.
En estas sentencias breves se adivina un saber popular decantado tras muchos años de experiencia. Bien lo sabía Martín Caro, autor de la obra Refranes y modos de hablar Castellanos, de 1792. En el prólogo, justificaba de esta manera el ingente trabajo de recopilación y estudio que acababa de concluir:
"Quando escribía este libro llegaron muchos á decirme,
que era tiempo mal gastado el que gastaba en escribir
adagios, por ser una cosa tan baxa, vulgar, inútil, é
indigna de que hombres que hayan ocupádose algún
tiempo en letras humanas, traten de ella. A los quales,
aunque satisfice muy cumplidamente con razones (á
mi parecer) eficaces, por si acaso otros, que vean esta
obra, dixeren lo mismo, que no dudo lo dirán infinitos,
les satisfago diciendo, que no pude elegir materia
que sea mas útil para los que estudian, y profesan
las letras humanas; pues como en los Autores Latinos
se hallen muchos adagios, y los mas sean tan difíciles,
que el que se juzga por mas agudo y entendido, no
les ha de dar la inteligencia que piden; porque ó ya,
encierran en sí alguna enigma, metáfora, alegoría,
hyperbole, ó ironía: ó tienen origen de alguna historia,
fábula, ó suceso particular…"
************
• ¿Cómo se comen un elefante las hormigas? De poco a poco
• A quien Dios bien quiere, la hormiga a buscarle viene
• Al que le hacen las hormigas no le hacen los alacranes
• Aprende de las hormigas: no van a un noque vacío
• Aunque tu enemigo sea pequeño como una hormiga, cuídate de él como si fuera un elefante
• Cada hormiga tiene su ira
• Cada hormiga tiene su ira, cada quién tiene su contén y cada Zamora tiene su hora
• Como hormigas en la sartén al fuego
• Considera como a un elefante a tu enemigo aunque no sea mayor que una hormiga
• Cuando el árbol está desarraigado, las hormigas lo toman por asalto
• Cuando la hormiga trabaja, no te sientes con cachaza
• Cuando recoge la hormiga, no te sientes en la viga
• Cuanto la hormiga allega en un año, lleva el asno de un bocado
• Del mal del asno se queja la hormiga
• Dios tiene cuidado de la hormiga que yace bajo la piedra
• Dios ve en una noche oscura el rastro de una hormiga negra sobre una piedra negra
• El Dios tiene cargo, y de la hormiga del campo
• El mejor predicador es la hormiga
• El que asierre yarumos, que aguante las hormigas
• Hasta la hormiga quiere compañía
• Hasta una hormiga muerde si la hostigas
• Hasta una hormiga que pierde, duerme
• Hasta una hormiga que pierde, muerde
• Hormiga no pela alambre
• Hormiga que no camina, mal convida a su vecina
• Hormigas acordonadas, pronto mojadas
• Hormigas con ala, tierra mojada
• Hormigas y amigos no van donde los graneros están vacíos
• Imita a la hormiga, si quieres vivir sin fatiga
• La cigarra para cantar y la hormiga para trabajar: a una u otra has de imitar
• La hormiga no predicó, pero mucho enseñó
• Las hormigas está apuradas, señal de mal tiempo
• Las hormigas reunidas pueden vencer al león
• Llevando de cada camino un grano, bastece la hormiga su granero para todo el año
• Lo que junta la hormiga en un año, lo carga el camello en su pezuña
• Lo que reúne la hormiga en un año, lo come el ratón en una noche
• Mal anda el oso cuando anda a hormigas
• Más largo que camino de hormigas
• Mientras la cigarra canta, la hormiga acarrea y guarda
• Muchas hormigas matan un camello
• No hay mejor doctrina que la de la hormiga
• No hay mejor doctrina que la de la hormiga: su doctrina es el trabajo
• No hay mejor predicador que la hormiga, que no dice nada
• No hay tal doctrina como la de la hormiga
• Para la hormiga el rocío es una inundación
• Para mí, alazán hormiga, dígase lo que se diga
• Para una hormiga, una vaso de de agua es un océano
• Parece hormiga y es avispa
• Quien está en ventura, hasta la hormiga le ayuda
• Quien imita a la hormiga en el verano, no tendrá que pedir pan prestado en el invierno
• Ratero que se vuelve ojo de hormiga, que Dios lo bendiga
• Se hizo ojo de hormiga
• Ser buscavida como hormiga
• Si en verano soy cigarra, y de septiembre a mayo hormiga, no te apures madre mía, que ha de irme bien la vida
• Si tu enemigo es una hormiga, cuéntalo como si fuera un camello
• Sigue la hormiga, si quieres vivir sin fatiga
• A la hormiga cuando le nacen alas, perder suele el cuerpo y los brazos
• Cuando la hormiga cría alas busca la muerte
• Cuando la hormiga se quiere perder, alas nuevas la quieren nacer
• Cuando las hormigas se quieren perder, alas les han de nacer
• Da Dios alas a la hormiga para morir mas aina
• Da Dios alas a la hormiga para morir más alta
• Dios por su mal dio alas a la hormiga
• El bachaco cría alas para perderse
• La hormiga cría alas para su perdición
• La hormiga cuando quiere volar cría alas
• La hormiga se perdió, cuando le nacieron alas
• Nacen alas a la hormiga, para que se pierda mas ayna
• Para su mal crió alas la hormiga
• Para su mal supo la hormiga volar
• Por su mal le nacieron alas a la hormiga
• Por su mal supo la hormiga volar
• Por su mal y su ruina nacen alas a la hormiga
• Salen alas a la hormiga para ser perdida
• A fuerza de constancia y fina intriga, un elefante desfloró a una hormiga
• Con paciencia y con saliva un elefante conquistó a una hormiga
• Con paciencia y con saliva, venció a un elefante una hormiga
• Con paciencia y saliva cogió un elefante una hormiga
• Con paciencia y saliva enamoró un elefante a la hormiga
• Con paciencia y saliva, el elefante se tragó la hormiga
• Con paciencia y saliva, sedujo el burro a la hormiga
• con paciencia y sin fatiga, a un elefante se tragó una hormiga
• Camina más una hormiga que un buey echado
• Mas hace una hormiga andando que un buey echado
• Mas hace una hormiga arriera que un buey echado
• Al que es dulce se lo comen las hormigas
• El que es de puro dulce se lo comen las hormigas
• El que se hace de azúcar se lo comen las hormigas
• El que se hace de miel se lo comen las hormigas
• No hay que ser tan dulce porque te hormigas
Última edición por josemary el 27 Sep 2008 11:22, editado 1 vez en total.
Beña, Carlos de
Fábulas políticas (1813)
Fábula XI. LAS HORMIGAS.
ERASE un hormiguero muy poblado
de industriosas Hormigas diligentes,
que en estío acopiaban con cuidado
semillas diferentes.
Más como es imposible hallarse iguales
de los que el mundo habitan las fortunas,
muchísimas había sin caudales,
ricas eran algunas.
Una vez sucedió, que guerra dura,
instigados del hambre, las hicieron
varios insectos, y ellas con bravura
sus choques recibieron.
Y como larga la contienda fuese,
preciso fue que todas se esforzaran,
y todas, cada qual como pudiese,
la guerra sustentaran;
Mas algunas ricotas, mal halladas
con esto dé arriesgar su pertenencia,
las leyes al propósito dictadas
miraban sin paciencia.
Por lo tanto escondieron sus caudales:
y las que su morada defendían,
perseguidas del hambre y otros males,
á cientos se morían.
Así los enemigos fácilmente
penetraron por todo el hormiguero
saqueándolo al fin impunemente;
sin dexar ni un granero;
Que nada libertar para el sustento
las ricas codiciosas alcanzaron,
y, vuelta la fortuna en un momento,
mendigas se encontraron.
Siempre el mísero egoísta
se hace a si mismo la guerra,
como a los otros no asista.
Fábulas políticas (1813)
Fábula XI. LAS HORMIGAS.
ERASE un hormiguero muy poblado
de industriosas Hormigas diligentes,
que en estío acopiaban con cuidado
semillas diferentes.
Más como es imposible hallarse iguales
de los que el mundo habitan las fortunas,
muchísimas había sin caudales,
ricas eran algunas.
Una vez sucedió, que guerra dura,
instigados del hambre, las hicieron
varios insectos, y ellas con bravura
sus choques recibieron.
Y como larga la contienda fuese,
preciso fue que todas se esforzaran,
y todas, cada qual como pudiese,
la guerra sustentaran;
Mas algunas ricotas, mal halladas
con esto dé arriesgar su pertenencia,
las leyes al propósito dictadas
miraban sin paciencia.
Por lo tanto escondieron sus caudales:
y las que su morada defendían,
perseguidas del hambre y otros males,
á cientos se morían.
Así los enemigos fácilmente
penetraron por todo el hormiguero
saqueándolo al fin impunemente;
sin dexar ni un granero;
Que nada libertar para el sustento
las ricas codiciosas alcanzaron,
y, vuelta la fortuna en un momento,
mendigas se encontraron.
Siempre el mísero egoísta
se hace a si mismo la guerra,
como a los otros no asista.
Por una ciencia de las hormigas crítica, poética y diletante
Blog personal: Historias de hormigas
Blog personal: Historias de hormigas
Myrmecopoética
Kepa Murua
No es nada (2008)
Al encuentro de las hormigas
No es nada (2008)
Al encuentro de las hormigas
Por una ciencia de las hormigas crítica, poética y diletante
Blog personal: Historias de hormigas
Blog personal: Historias de hormigas
Myrmecopoética
El gran científico colombiano Víctor Manuel Patiño (1912-2001), especializado en temas agroforestales, historiador y humanista, publicó una compilación de textos poéticos relacionados con la agricultura, titulado Agropoética (1978). De esta obra tomo estos cuatro poemas sobre hormigas escritos por el sevillano Romero Murube, el valenciano Soler i Godes, el colombiano Castro Saavedra y el chileno Guzmán Cruchaga.
Romero Murube, Joaquín (1904-1969)
CANCIÓN DE HORMIGAS
Un grano de trigo,
veinte toneladas.
Con una ramilla,
comedor y cama.
Hormiga hormiguero.
Temblor en el suelo.
La señora hormiga
se va de paseo.
A todo el que encuentra
su abrazo y su beso.
Hormiga hormiguero.
Temblor en el suelo.
Flores, barro, paja,
trigo, leña, mieles.
Dentro de una aguja
grandes almacenes.
Hormiga hormiguero.
¿Se voló el tintero?
Pasaron los hombres
gigantes del cielo.
Cata, cataclismo
por los hormigueros.
Hormiga, hormiguita.
¿No tienes casita?
Soler i Godes, Enric (1903-1993)
LES FORMIGUES
Les formigues
són com uns punts suspensius
-que no diuen
el que dius.
Les formigues,
corrua de l'interès
-arrepleguen
dels demés.
Les formigues
van lluint el polissó
-més que treball,
processó.
Les formigues,
renglera que fa carrer
-de les eres
al graner.
Les formigues
no coneixen propietat
-tot és d'elles
o furtat.
Les formigues
sols treballen a l'estiu
-a l'hivern
junt al caliu.
Castro Saavedra, Carlos (1924-1989)
LAS HORMIGAS
Entran y salen las hormigas
por los huecos del mundo,
como cintas oscuras, como cuerdas
de una guitarra roja y derramada.
Fiesta de las hormigas es la caña,
la calavera de las yeguas,
la muerte que en el suelo se madura
y las madres que duermen desnudas y abandonan
sus racimos de leche.
Guzmán Cruchaga, Juan (1895-1979)
BALLET DE LA HORMIGAROJA
-¿De dónde vienes, hormiga roja?
--De las Sierras del Olivar.
-¿Cómo llegaste? -En una hoja
que viene del monte y que va al mar.
Traía mi verde canoa
blanca harina de la ciudad
y una luciérnaga en la proa
en las noches de oscuridad.
-¿Por el río? -Si, por el río.
-Sola y tan joven... -Y es mejor
viajar así. Del viaje mío
se ocupará más de un autor.
-¿No había trigo en los graneros?
-Poco; la helada heló el trigal
y las llanuras y los oteros
y las rosas del rosedal.
-¿Eres buena y eres honrada?
-Como toda hormiga lo es.
Lo que a unos sobra no vale nada,
pero hace holgada
nuestra vida de la invernada
y nos sirve para después.
-Ven con nosotras a las eras.
Aun queda trigo, hermana, aquí;
y si te gustan las compañeras
te casarás con la que quieras
siempre que ella te quiera a ti.
Romero Murube, Joaquín (1904-1969)
CANCIÓN DE HORMIGAS
Un grano de trigo,
veinte toneladas.
Con una ramilla,
comedor y cama.
Hormiga hormiguero.
Temblor en el suelo.
La señora hormiga
se va de paseo.
A todo el que encuentra
su abrazo y su beso.
Hormiga hormiguero.
Temblor en el suelo.
Flores, barro, paja,
trigo, leña, mieles.
Dentro de una aguja
grandes almacenes.
Hormiga hormiguero.
¿Se voló el tintero?
Pasaron los hombres
gigantes del cielo.
Cata, cataclismo
por los hormigueros.
Hormiga, hormiguita.
¿No tienes casita?
Soler i Godes, Enric (1903-1993)
LES FORMIGUES
Les formigues
són com uns punts suspensius
-que no diuen
el que dius.
Les formigues,
corrua de l'interès
-arrepleguen
dels demés.
Les formigues
van lluint el polissó
-més que treball,
processó.
Les formigues,
renglera que fa carrer
-de les eres
al graner.
Les formigues
no coneixen propietat
-tot és d'elles
o furtat.
Les formigues
sols treballen a l'estiu
-a l'hivern
junt al caliu.
Castro Saavedra, Carlos (1924-1989)
LAS HORMIGAS
Entran y salen las hormigas
por los huecos del mundo,
como cintas oscuras, como cuerdas
de una guitarra roja y derramada.
Fiesta de las hormigas es la caña,
la calavera de las yeguas,
la muerte que en el suelo se madura
y las madres que duermen desnudas y abandonan
sus racimos de leche.
Guzmán Cruchaga, Juan (1895-1979)
BALLET DE LA HORMIGAROJA
-¿De dónde vienes, hormiga roja?
--De las Sierras del Olivar.
-¿Cómo llegaste? -En una hoja
que viene del monte y que va al mar.
Traía mi verde canoa
blanca harina de la ciudad
y una luciérnaga en la proa
en las noches de oscuridad.
-¿Por el río? -Si, por el río.
-Sola y tan joven... -Y es mejor
viajar así. Del viaje mío
se ocupará más de un autor.
-¿No había trigo en los graneros?
-Poco; la helada heló el trigal
y las llanuras y los oteros
y las rosas del rosedal.
-¿Eres buena y eres honrada?
-Como toda hormiga lo es.
Lo que a unos sobra no vale nada,
pero hace holgada
nuestra vida de la invernada
y nos sirve para después.
-Ven con nosotras a las eras.
Aun queda trigo, hermana, aquí;
y si te gustan las compañeras
te casarás con la que quieras
siempre que ella te quiera a ti.
Por una ciencia de las hormigas crítica, poética y diletante
Blog personal: Historias de hormigas
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Myrmecopoética
De vez en cuando la contemplación de la Naturaleza, la visión de un determinado fenómeno, causa un impacto imperecedero en el observador. Las asombrosas hormigas americanas cortadoras de hojas fascinaron a Mutis en la Colombia del último cuarto del siglo XVIII; otro tanto sucedió a Darwin a comienzos del XIX cuando penetró por vez primera en la selva del Brasil; y en 1899 Wheeler, a la edad de 35 años, cambió el rumbo de su vida científica para dedicarse a la mirmecología tras contemplar una tarde, en Texas, los senderos de estas ubicuas hormigas transportando incansablemente cientos y cientos de hojas…
Traigo ahora un texto singular, un texto a la par poético y místico, que aparece en la autobiografía de la monja colombiana Laura Montoya Upegui (1874-1949), recientemente beatificada por la iglesia católica. La llamada Madre Laura, siendo niña y mientras observaba un día las hormigas cortadoras de hojas, tuvo una de esas experiencias radicales que a veces marcan de forma indeleble la vida de las personas:
Ya desde esta edad, es decir desde los seis años, era observadora de la naturaleza y lo he sido tanto que, cuando más tarde estudié historia natural, casi no tuve que aprender sino clasificaciones y nombres, lo cual hacía creer al profesor y a las condiscípulas que ya había hecho ese estudio y miraban mal que lo negara, según decían. Ahora me parece rara esa tendencia a observar, en tan temprana edad; pero, Padre mío, menos extraño debe verse si se considera que la naturaleza fue mi única amiga; me rodeaba por dondequiera y nada contribuía a distraerme de ella, ¡toda vez que mi carácter y mi habitual tristeza me excluía de todo lo demás! Jugaba poco; vivía en el campo y tan sola por dentro y por fuera; ¿qué otra cosa podía hacer?
Creo, R. P., que esta tendencia a observar la naturaleza fue el medio de que Dios se pegó para darme la primera noción seria de su Ser y de su amor. ¡Una fuerte conmoción de agradecimiento me hace llorar al escribir esto! ¡Dios mío, ahora me doy cuenta de una bella delicadeza de vuestro amor! Pero, ¿cómo expresarlo, Padre mío? ¡Para estas cosas faltan siempre las palabras!
No puedo asegurar que esto haya sido a los siete años, pero tendría poco más, si no fue en esa edad precisa.
Me entretenía, como siempre, en seguir unas hormigas que cargaban sus provisiones de hojas. Era una mañana, ¡la que llamo la más bella de mi vida! Estaba a una cuadra más o menos delante de la casa, en sitio perfectamente visible. Iba con las hormigas hasta el árbol que deshojaban y volvía con ellas al hormiguero. Observaba los saludos que se daban (así llamaba yo lo que hacen ellas entre sí algunas veces, cuando se encuentran); las veía dejar su carga, darla a otra, entrar por la boca del hormiguero. Les quitaba la carga y me complacía en ayudarlas llevándoles hojitas hasta la entrada de la mansión de tierra, en donde me las recibían las que salían de aquel misterioso hoyo. Así me entretenía, engañándolas a veces, y a veces acariciándolas con gran cariño, cuando... ¿cómo le diré? ¡ay! Dios sabe, Padre, que estas cosas son tan íntimas y tan duro decirlas. ¡Sólo la obediencia las saca fuera! ¡Fui como herida por un rayo! ¡No sé decir más! ¡Aquel rayo fue un conocimiento de Dios y de sus grandezas, tan hondo, tan magnífico, tan amoroso, que hoy, después de tanto estudiar y aprender, no sé más de Dios que lo que supe entonces! ¿Cómo fue esto? ¡Imposible decirlo! Supe que había Dios, como lo sé ahora y más intensamente; no sé decir más. Lo sentí por largo rato, sin saber cómo sentía, ni lo que sentía, ni poder hablar. Por fin terminé llorando y gritando recio, recio, ¡como si para respirar necesitara de ello! Por fortuna estaba a distancia de ser oída de la casa. Lloré mucho rato de alegría, de opresión amorosa, ¡y grité! Miraba de nuevo al hormiguero y en él sentía a Dios, ¡con una ternura desconocida! Volvía los ojos al cielo y gritaba, llamándolo como una loca. Lloraba porque no lo veía y gritaba más. Siempre el amor se convierte en dolor. Este casi me mata. Desde entonces, Padre, me lancé a El. ¡Era precisamente lo que buscaba, lo que mi alma echaba de menos! ¡Mis lágrimas por no verlo eran amargas!... pero lo tenía. ¡Hoy todavía siento deseos de gritar, al recuerdo de esto, y me estremezco!
Entonces no sabía calcular el tiempo; pero hoy juzgo que duró dos horas; si hubiera durado más...
Pero la delicadeza que advierto ahora en esta misericordia de Dios, R. P., es la siguiente: el medio ordinario para conocer a Dios es la enseñanza. Eso no me faltó; ¿cuántas veces, Dios mío, me habían dicho que existías? ¿Cuántas había oído hablar de tus misericordias en una familia cual era la mía que vivía toda endiosada? ¡Sin embargo no me daba cuenta de ello! ¡Por la enseñanza no entraste en mi corazón, ni siquiera a mi entendimiento! Quizás había rastreado tu grandeza en el medio natural en que vivía, pero con un conocimiento tan vago, algo así como remiso, como dudoso, del cual no me daba cuenta, era como una oscuridad con algún reflejo de luz. Y porque hice infructuoso el medio ordinario, apelaste al medio extraordinario. ¿Se ha visto mayor misericordia?
¡Como que de todos modos te habías de hacer conocer de criatura tan rebelde, de chica tan hostil! ¿Por qué, Dios mío, tanto afán? ¿Qué interés tenías en hacerte conocer de quien ni los mismos seres que pusiste a su cuidado podían tolerar la apatía?
¿Por qué, vuelvo a preguntar, esa misericordia tan grande conmigo, más miserable que todos, mientras que, sin dejar de ser misericordioso, has negado tu conocimiento por tantos siglos a los pobres infieles?
¡Me complazco en no entender esto para poderte adorar en la dulce oscuridad de la fe, que me muestra tus designios tan arriba de mi mísera comprensión!
Traigo ahora un texto singular, un texto a la par poético y místico, que aparece en la autobiografía de la monja colombiana Laura Montoya Upegui (1874-1949), recientemente beatificada por la iglesia católica. La llamada Madre Laura, siendo niña y mientras observaba un día las hormigas cortadoras de hojas, tuvo una de esas experiencias radicales que a veces marcan de forma indeleble la vida de las personas:
Ya desde esta edad, es decir desde los seis años, era observadora de la naturaleza y lo he sido tanto que, cuando más tarde estudié historia natural, casi no tuve que aprender sino clasificaciones y nombres, lo cual hacía creer al profesor y a las condiscípulas que ya había hecho ese estudio y miraban mal que lo negara, según decían. Ahora me parece rara esa tendencia a observar, en tan temprana edad; pero, Padre mío, menos extraño debe verse si se considera que la naturaleza fue mi única amiga; me rodeaba por dondequiera y nada contribuía a distraerme de ella, ¡toda vez que mi carácter y mi habitual tristeza me excluía de todo lo demás! Jugaba poco; vivía en el campo y tan sola por dentro y por fuera; ¿qué otra cosa podía hacer?
Creo, R. P., que esta tendencia a observar la naturaleza fue el medio de que Dios se pegó para darme la primera noción seria de su Ser y de su amor. ¡Una fuerte conmoción de agradecimiento me hace llorar al escribir esto! ¡Dios mío, ahora me doy cuenta de una bella delicadeza de vuestro amor! Pero, ¿cómo expresarlo, Padre mío? ¡Para estas cosas faltan siempre las palabras!
No puedo asegurar que esto haya sido a los siete años, pero tendría poco más, si no fue en esa edad precisa.
Me entretenía, como siempre, en seguir unas hormigas que cargaban sus provisiones de hojas. Era una mañana, ¡la que llamo la más bella de mi vida! Estaba a una cuadra más o menos delante de la casa, en sitio perfectamente visible. Iba con las hormigas hasta el árbol que deshojaban y volvía con ellas al hormiguero. Observaba los saludos que se daban (así llamaba yo lo que hacen ellas entre sí algunas veces, cuando se encuentran); las veía dejar su carga, darla a otra, entrar por la boca del hormiguero. Les quitaba la carga y me complacía en ayudarlas llevándoles hojitas hasta la entrada de la mansión de tierra, en donde me las recibían las que salían de aquel misterioso hoyo. Así me entretenía, engañándolas a veces, y a veces acariciándolas con gran cariño, cuando... ¿cómo le diré? ¡ay! Dios sabe, Padre, que estas cosas son tan íntimas y tan duro decirlas. ¡Sólo la obediencia las saca fuera! ¡Fui como herida por un rayo! ¡No sé decir más! ¡Aquel rayo fue un conocimiento de Dios y de sus grandezas, tan hondo, tan magnífico, tan amoroso, que hoy, después de tanto estudiar y aprender, no sé más de Dios que lo que supe entonces! ¿Cómo fue esto? ¡Imposible decirlo! Supe que había Dios, como lo sé ahora y más intensamente; no sé decir más. Lo sentí por largo rato, sin saber cómo sentía, ni lo que sentía, ni poder hablar. Por fin terminé llorando y gritando recio, recio, ¡como si para respirar necesitara de ello! Por fortuna estaba a distancia de ser oída de la casa. Lloré mucho rato de alegría, de opresión amorosa, ¡y grité! Miraba de nuevo al hormiguero y en él sentía a Dios, ¡con una ternura desconocida! Volvía los ojos al cielo y gritaba, llamándolo como una loca. Lloraba porque no lo veía y gritaba más. Siempre el amor se convierte en dolor. Este casi me mata. Desde entonces, Padre, me lancé a El. ¡Era precisamente lo que buscaba, lo que mi alma echaba de menos! ¡Mis lágrimas por no verlo eran amargas!... pero lo tenía. ¡Hoy todavía siento deseos de gritar, al recuerdo de esto, y me estremezco!
Entonces no sabía calcular el tiempo; pero hoy juzgo que duró dos horas; si hubiera durado más...
Pero la delicadeza que advierto ahora en esta misericordia de Dios, R. P., es la siguiente: el medio ordinario para conocer a Dios es la enseñanza. Eso no me faltó; ¿cuántas veces, Dios mío, me habían dicho que existías? ¿Cuántas había oído hablar de tus misericordias en una familia cual era la mía que vivía toda endiosada? ¡Sin embargo no me daba cuenta de ello! ¡Por la enseñanza no entraste en mi corazón, ni siquiera a mi entendimiento! Quizás había rastreado tu grandeza en el medio natural en que vivía, pero con un conocimiento tan vago, algo así como remiso, como dudoso, del cual no me daba cuenta, era como una oscuridad con algún reflejo de luz. Y porque hice infructuoso el medio ordinario, apelaste al medio extraordinario. ¿Se ha visto mayor misericordia?
¡Como que de todos modos te habías de hacer conocer de criatura tan rebelde, de chica tan hostil! ¿Por qué, Dios mío, tanto afán? ¿Qué interés tenías en hacerte conocer de quien ni los mismos seres que pusiste a su cuidado podían tolerar la apatía?
¿Por qué, vuelvo a preguntar, esa misericordia tan grande conmigo, más miserable que todos, mientras que, sin dejar de ser misericordioso, has negado tu conocimiento por tantos siglos a los pobres infieles?
¡Me complazco en no entender esto para poderte adorar en la dulce oscuridad de la fe, que me muestra tus designios tan arriba de mi mísera comprensión!
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Blog personal: Historias de hormigas
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Myrmecopoética
Fuertes, Gloria (1918-1998)
Historia de Gloria: amor, humor y desamor (1980)
-------------
Pacheco, José Emilio
Tarde o temprano (2000)
--------------
Ocampo López, Javier
Folclor, costumbres y tradiciones colombianas (2006)
Copla santandereana
-------------
Romero Guzmán, Nelson
Grafías del insecto (2005)
Historia de Gloria: amor, humor y desamor (1980)
-------------
Pacheco, José Emilio
Tarde o temprano (2000)
--------------
Ocampo López, Javier
Folclor, costumbres y tradiciones colombianas (2006)
Copla santandereana
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Romero Guzmán, Nelson
Grafías del insecto (2005)
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Myrmecopoética
Vaya, esto sí que es amor por las hormigas.
Myrmecopoética
Las palabras son siempre poéticas. Porque pueden decir una y muchas cosas, porque son históricas y cambiantes, porque reverberan de forma inesperada y misteriosa en el discurso y decurso humanos.
Pero las palabras requieren fijación de signos, en la escritura o en el habla.
En esta grafía japonesa, de finales del siglo XIX, el artista ha representado varios signos de su alfabeto. Pero ha querido, con maestría asombrosa, que los signos, más allá de cualquier imaginación poética, se conviertan ellos mismos en elementos vivos y movientes, en hormigas.
Pero las palabras requieren fijación de signos, en la escritura o en el habla.
En esta grafía japonesa, de finales del siglo XIX, el artista ha representado varios signos de su alfabeto. Pero ha querido, con maestría asombrosa, que los signos, más allá de cualquier imaginación poética, se conviertan ellos mismos en elementos vivos y movientes, en hormigas.
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